Octavio Paz y la poesía, el signo, la imagen y el tiempo por Washington Daniel Gorosito Pérez

Octavio Paz - foto: Sara Facio
Colección Museo Nacional de Bellas Artes 


(México, D.F.) Washington Daniel Gorosito Pérez

Octavio Irineo Paz Solórzano (31-3-1914/19-4-1998 CDMX). Ensayista, poeta y diplomático. Entre los múltiples galardones que obtuvo por su labor como escritor, destacan el Premio Cervantes en 1981 y el Premio Nobel de Literatura en 1990. Es considerado uno de los autores más influyentes del siglo XX y uno de los poetas más destacado de todos los tiempos.

Y justamente así se definía Octavio Paz: “Soy poeta”. Y escribió: 

“Soy hombre: duro poco 

y es enorme la noche, 

pero miro hacia arriba: 

las estrellas escriben. 

Sin entender  comprendo:

también soy escritura

y en este mismo instante,

alguien me deletrea.

Al conmemorarse este 2024, 57 años del ingreso de Octavio Paz a El Colegio Nacional, comparto una parte de su discurso de ingreso centrado en la poesía, el signo, la imagen y el tiempo.

Poema: ideograma de un mundo que busca su sentido, su orientación, no es un punto fijo sino en la rotación de los puntos  y en la movilidad de los signos. Hasta hace poco se concebía al hombre como la fuente  de los significados, el lenguaje lo distinguía de todos los otros seres vivos: era el dador de sentido. 

Hoy el hombre es una articulación o una metáfora en el discurso de La naturaleza: un momento de la comunicación entre las estructuras más simples y las más complejas, de los virus  a los sistemas solares. El hombre no es el productor de los signos: es un signo más entre los signos. Lo que sigue es una reflexión sobre ese signo.

La interrogación acerca de la poesía contemporánea contiene otra sobre las cambiantes relaciones entre los nombres y las cosas que éstos designan. Esas relaciones sufrieron una metamorfosis al iniciarse la era moderna. Ahora han sufrido otro cambio igualmente decisivo. 

No es tanto que los nombres haya perdido las cosas o, como se dice corrientemente, que nuestro lenguaje haya perdido sentido: las cosas por sí mismas tienden a constituirse como un lenguaje autónomo y que no siempre podemos traducir al lenguaje verbal.

Las dificultades que experimentan la lógica matemática y física de las partículas atómicas para describir ciertos fenómenos no son esencialmente distintos a los de la poesía contemporánea. En uno y otro caso se trata de un problema de traducción, en el sentido que daba Valéry a esta palabra: encontrar un sistema de equivalencias o analogía. La analogía no sólo expresa semejanzas sino también oposiciones complementarias. Una de ellas, en nuestro tiempo, es la de técnica y poesía.

La poesía es la manifestación verbal, la encarnación en palabras, de la mitología de una época. De ahí que la función mítica sea casi inextinguible de la función poética. Aunque el poeta no es inventor de mitos, a él le toca nombrar a todo ese conjunto de héroes, sucesos reales e imaginarios, creencias y pasiones que constituyen lo que se llama “la imagen del mundo”, de una sociedad, su mitología.

El poeta convierte en imagen a todos esos signos; los configura, les da figura, La semilla de esa imagen es la idea que se forman los hombres del mundo y de sí mismos. La idea yace escondida en la estructura inconsciente de la sociedad y la nutre una visión particular del tiempo. La función cardinal del tiempo en la formación de la  idea del mundo se debe a lo siguiente: los hombres no lo vemos nunca como mero suceder sino como un proceso intencional, dotado de una dirección y apuntando hacia un fin. Los actos y las palabras de los hombres están hechos de tiempo, son tiempo: son un hacia esto o aquello, cualquiera que sea la realidad que designen, el esto o el aquello,  sin excluir a la misma nada. 

Así pues, el tiempo es el depositario del sentido. El poeta dice lo que dice el tiempo, inclusive cuando lo contradice: nombre el transcurrir, vuelve palabra a la sucesión. La idea del mundo se repliega en el tiempo y éste se despliega en el poema. Poesía es tiempo desvelado: el enigma del mundo convertido en enigmática transparencia.

Cada civilización ha tenido una visión distinta del tiempo; algunas lo han pensado como eterno retorno, otras como eternidad inmóvil, otras más como vacuidad sin fechas o como línea recta o espiral. Año platónico, circular y perfecto a la manera del movimiento de los cuerpos celestes o tiempo apocalíptico en línea recta, de los cristianos; tiempo ilusorio del hindú, molino de las reencarnaciones o tiempo infinito, progreso continuo del siglo XIX.

Cada una de estas ideas ha encarnado en esas imágenes que llamamos poemas un nombre que designa a un objeto verbal sin forma fija y en perpetuo cambio, de la invocación mágica del primitivo a las novelas contemporáneas. Pues bien, la poesía se enfrenta ahora a la pérdida de imagen del mundo. Por eso aparece como una configuración de signos en dispersión: imagen de un mundo sin imagen.

                                  ¡Hasta el próximo encuentro…!

 (c) Washington Daniel Gorosito Pérez

México, D.F.


Washington Daniel Gorosito Pérez es un escritor y periodista de origen uruguayo radicado en México 



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