Las partes afiladas y perversas de la vida por Javier Claure C.
Jorge Laserna Vargas |
Anna Hasekiduu y Jorge Laserna Vargas |
(Estocolmo) Javier Claure C.
Laserna Vargas ha publicado tres poemarios a lo largo de su vida. Y me obsequió
los tres libros con dedicatorias. Su poemario inicial se titula «Siguiendo huellas». La primera parte de este
libro contiene poemas de Jorge Laserna Trullenque, su abuelo paterno. Y la
segunda parte abarca poemas de Jorge Laserna Vargas.
Analizando un poema de su primer libro encontramos la siguiente estrofa:
[...] mis sueños son realidades inalcanzables
portones
sellados con cerraduras inimaginables
oscuros callejones que terminan en
amplias avenidas
son ilusiones de ávida vida, son pesadillas
de muerte placentera.
Estas palabras
nos invitan a reflexionar sobre la naturaleza paradójica de la existencia
humana. Nos recuerda que nuestros sueños, aunque a menudo parecen
inalcanzables, son vitales para nuestra aspiración y crecimiento. Es decir, los
sueños son una expresión de la lucha constante del ser humano para alcanzar
aquello que está en el pedestal más alto de nuestros deseos. Y, una vez
logrado, nos hace sentir felices. Las barreras, los portones cerrados o los
oscuros callejones, que tenemos que pasar durante nuestras vidas, simbolizan
los desafíos que enfrentamos en nuestro camino. Mientras que la eventual
apertura hacia amplias avenidas propone un mensaje de esperanza y redención.
En su
segundo poemario «Nostalgias», editado en Bolivia en 2014, hace un repaso de su
juventud y de los amores idos por las circunstancias de la vida. Y toda esa
nostalgia es canalizada en un bautismo poético. Sin embargo, es bueno recalcar,
este libro se abre a la luz con un poema dedicado a su mujer, Anna Hasekiduu,
oriunda de Tesalónica (Grecia).
En el poema «Compañera mía» declara:
[...] en tus
ojos calmos
duermen mis inviernos,
juegan mis veranos,
siento que me cautivas
porque somos uno, tú y yo.
Los ojos,
que son las ventanas del alma, guardaron con ternura los inviernos que pasó el
poeta, y el frío fue suavizado por el calor de la mirada de su amada. El último
verso hace alusión a una unión eterna. Es precisamente esta unicidad que
encierra a dos almas juntas navegando por los océanos de la vida. Así demuestra
su amor infinito por su compañera con la que tuvo dos hijos.
En otro
poema titulado «Amargura» manifiesta:
[…] tan
dentro de mí penetras
amargura,
no siento aromas ni ternuras,
aunque esta vida es mía
ya no la quiero, sé que está
perdida.
Metafóricamente
hablando, Laserna Vargas, alude a las partes afiladas y perversas de la vida
que, a veces en el momento menos pensado, nos sorprende con una guadaña mortal.
En este contexto, los cimientos del «cogito ergo sum» ocasionan profunda
tristeza y dolor en el espíritu.
El tercer
poemario «Lágrimas de sangre», también editado en Bolivia en 2014, está bañado
de angustia. Las palabras se deslizan por las páginas como lágrimas de sangre que
brotan desde su universo interior. La tinta se convierte en un río rojo de
emociones donde cada estrofa está marcada por un corazón roto. La palabra
«muerte», en este libro, se repite más de cien veces como un mantra que susurra
al viento.
Cuando se
sufre la pérdida de un ser querido, el doliente siente una congoja que se clava
como espinas en el pecho, robando el aliento y dejando una herida que jamás
cicatriza. Así lo siente Laserna Vargas, y en el epílogo de este poemario
testifica: «Tomé la pluma y empecé a escribir después de la muerte de mi hijo
menor Andreas. Su partida me laceró el alma, y esa herida profunda la atenuaba
escribiéndole algunos poemas. Mi enorme curiosidad sobre la muerte, hizo que me
aboque al tema de esta dama que viene tan ligada a los mortales. Su continua
compañía a la par de la vida, y su espectro tan temido fue la fuente de
inspiración para este libro que lo llamé Lágrimas de sangre»
La muerte es
el final ineludible de la existencia, y representa el mayor enigma de la vida.
Es un misterio que todos, tarde o temprano, enfrentamos; pero nadie puede
desentrañar completamente. No obstante, la muerte trasciende lo meramente
físico e implica profunda meditación. En el caso de Laserna Vargas, los poemas
de su libro «Lágrimas de sangre», son como una gasa protectora sobre las heridas
abiertas que dejó la muerte de su hijo.
En una
estrofa del poema «Lamento final» expresa:
[...] ¿qué
quedará de mí, después de muerto?
¿quién será aquel que vista de
negro?
¿será que viva en alguna memoria?
o sólo en ese vetusto libro que
dejé escrito.
El poeta plantea preguntas acerca del legado personal, y sobre la memoria «post
mortem». Cuestiona quién realmente lamentará su muerte, y deja ver la duda de «quién
será esa persona» que llevará la vestimenta negra como símbolo de duelo. Simultáneamente,
indaga en lo que respecta a la posibilidad de ser recordado. Dicho de otra
manera, pone en tela de juicio el anhelo de perdurar en la memoria de los
demás. Finalmente, plantea la idea de que la única manera de ser recordado, quizá,
podría ser a través de las obras que deja un escritor, un poeta o el artista en
general.
En el poema
«Me muero» camina por una «vía crucis» para revelar, sin reparos, el abismal
sufrimiento por el que está pasando, causa que lo lleva a escribir:
[...] me
desgarro y sangro poesía
mil versos al segundo me esquivan
algunos se me envuelven todos
encarnados
tiritando de tanto dolor y de
miseria.
Aquí vemos
que el padecimiento y el desgarro se tornan en poesía para purgar el dolor. Y
los versos salen encarnados. La palabra «encarnados» hace referencia a esos
vocablos impregnados con la carne y la sangre del autor. La zozobra misma, en
esta estrofa, tirita en un cielo sin estrellas.
El poema
«Llanto» parece una lluvia que cae de manera constante. Pero al mismo tiempo es
agua que se filtra, por el alma, para ofrecer consuelo. Y la lluvia suena en su
delicado techo:
[...] lloré
con tanta amargura
para sacarme tantas penas
que llevo ocultas
lloré al ver mi cuerpo derrotado
para lavar mi alma errante
con crueles lágrimas manchadas.
Lloré escribiendo toscos versos
que a nadie importan
lloré tanto que ya no sé
si me quedan fuerzas
para seguir llorando.
El llanto,
en estas dos estrofas, no es solamente una manifestación de tristeza, sino
también un intento de expulsar «las penas ocultas» que se han acumulado en las
entrañas del autor.
Recordando
las palabras del gran poeta cubano José Martí (1853-1895), quien dijo: «La
poesía es un dolor. Y lo que escribe el dolor, es lo único que queda grabado en
la memoria de los hombres». Jorge Laserna, al igual que un alquimista, supo
transformar el dolor en poesía. Y nos ha llevado, con valentía, a transitar por
los caminos que han pisado sus pies. De esta manera, nos regaló la esencia de
su alma sensible.
Hoy, ya no
está entre nosotros y, sin duda alguna, es recordado por sus seres queridos,
pero también por sus verdaderos amigos que compartieron momentos agradables
durante su vida. Por lo tanto, perdurará en la memoria de un círculo de
personas. Seguro que, Jorge Laserna, encontró paz en la certeza de que su hijo,
le aguardó un lugar en el más allá de este mundo. Nos deja, entonces, una
imagen de un reencuentro celestial, donde padre e hijo se abrazan de nuevo,
liberados de toda tristeza.
© Javier
Claure C.
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