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Julio Cortázar en Buenos Aires fotografía de la Muestra Presencias |
(México, D.F.)Washington Daniel Gorosito Pérez
El
12 de febrero de 1984, fallecía en París, el Grandísimo Cronopio, dejando un
legado literario inmortal. Julio Florencio Cortázar fue uno de los mosqueteros
del llamado “boom” latinoamericano, junto al mexicano Carlos Fuentes, el colombiano Gabriel García Márquez y el
peruano- español, Mario Vargas Llosa. Como se sabe los tres mosqueteros en
realidad eran cuatro.
Su
sello fue la versatilidad para conciliar el mundo realista con el mundo
fantástico, combinando una literatura cotidiana, basada en la experiencia de la
gente, con la irrupción de elementos imaginativos e insólitos y proponiendo un
cambio en los mecanismos de percepción de la realidad. Sus ficciones transitan
de lo real a lo fantástico y por ello suele ser relacionado con el realismo
mágico y el surrealismo.
Julio
Florencio Cortázar nació en Bruselas el 26 de agosto de 1914 y se educó en
Argentina. A los 25 años, con su título de maestro egresado de la Escuela
Normal “Mariano Acosta”, llegó a Chivilcoy, donde se desempeñó como profesor de
Historia, Geografía e Instrucción Cívica.
Allí
hizo Cortázar muchos amigos y en el primer número de “Oeste” de Chivilcoy
publicó su poema “Distraído”, y en 1938,
coincidiendo con su designación como profesor de literatura de la Universidad
del Cuyo, apareció su poemario “Presencia”, que firmó con el seudónimo de Julio
Denis.
Siete
años más tarde volvió a Buenos Aires, trabajó en la Cámara Argentina del Libro
y colaboró con diversas revistas.
En
1951 se casó con Aurora Bernárdez y se fue a vivir a París, donde trabajó como
traductor de la UNESCO.
Ese
mismo año publicó “Bestiario”, libro que contiene algunos de sus mejores
cuentos, como “Casa Tomada”, al que Borges había publicado en “Anales de Buenos
Aires”.
Desde
entonces Cortázar residió en París y en 1981 adoptó la nacionalidad francesa.
Julio
Cortázar escribió cuentos fantásticos, era asimismo lector atento de los
escritores representativos de la corriente fantástica como Poe, Henry James,
Stevenson y Wells.
Con ese bagaje, y un certero instinto para
llegar al corazón de sus historias, escribió libros que le dieron amplio
prestigio en el mundo literario.
No
pocos de los cuentos de Cortázar se encuentran entre los mejores de la
literatura de nuestra lengua. Por ejemplo “El Perseguidor” (las experiencias
del saxofonista Johnny Carter) y “Las babas de diablo”, donde incorpora a la
trama el problema de la narración literaria, y al que Antonioni llevó al cine
con el título de “Blow Up”.
Su
novela más famosa es “Rayuela”. Fue una obra innovadora cuando su aparición en
1963, que contó con apasionados lectores y fue muy elogiada por sus audaces
búsquedas expresivas y la poesía de su lenguaje.
Este
año se cumplen 40 de su adiós y la Ciudad de Buenos Aires, organizó la caminata
literaria denominada: Tras las huellas de Cortázar, un recorrido peatonal que
inicia en el Teatro Colón y contempla otros puntos clave de la ciudad
vinculados con el escritor. La histórica Plaza de Mayo, Diagonal Norte, el
Estadio Luna Park y la calle Florida, marcaron la vida de Julio Cortázar e
inspiraron algunas de sus obras.
Diego
Tomasi, periodista, guionista y autor del libro: Cortázar por Buenos Aires;
Buenos Aires por Cortázar, publicado en el 2013, es un texto que sigue
minuciosamente el rastro del escritor, hurgando en documentos, entrevistas,
cartas, material de archivo en la ciudad de Buenos Aires.
Tomasi
dice en su libro sobre la muerte de Cortázar y su último viaje a Buenos Aires
dos meses antes de morir, en diciembre de 1983: “Cortázar no pertenecía a
ningún lugar y al mismo tiempo
pertenecía a todos los lugares. Su barco (y su puerto) eran la libertad. La
libertad de irse, la libertad de volver una y otra vez a Buenos Aires. A ese
mismo siempre Buenos Aires”.
Culmino
este escrito con el siguiente poema del “Cronopio Mayor”:
VEREDAS
DE BUENOS AIRES *
De
pibes la llamamos: “la vedera”.
Y
a ella le gustó que la quisiéramos.
En
su torno sufrido dibujamos.
Tantas
rayuelas.
Después,
ya más compadres, taconeando.
Dimos
vuelta manzana con la barra.
Silbando
fuerte para que la rubia
Del
almacén saliera, con sus lindas trenzas
A
la ventana.
A
mí me tocó un día irme muy lejos
Pero
no me olvidé de las “vederas”.
Aquí
o allá las siento en los tamangos.
Como
la fiel caricia de mi tierra.
*Nota
de Julio Cortázar: “De este texto nació un tango con música de Edgardo Cantón”.
(Julio Cortázar- 1996- Salvo el Crepúsculo, 72- Madrid- Alfaguara).
(c) Washington Daniel Gorosito Pérez
México D.F.
Washington Daniel Gorosito Pérez es un escritor y periodista de origen uruguayo radicado en México
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