Jorge Luis Borges, Baruch Spinoza y El laberinto por Washington Daniel Gorosito Pérez




(México, D.F.) Washington Daniel Gorosito Pérez 

Jorge Luis Borges en una conferencia por el año 1967, hizo suyo un pensamiento del Premio Nobel Bertrand Russell con referencia al filósofo Baruch Espinoza: “de todos los filósofos, el más querible es Baruch Espinoza. Uno podría cuestionarse si el gran escritor argentino se buscó en el filósofo holandés. Lo cierto es que en “La moneda de hierro”, en 1976, Borges publicará el siguiente poema con nombre y apellido:

                                                 BARUCH ESPINOZA

Bruma de oro, el occidente alumbra

la ventana. El manuscrito

aguarda ya cargado de infinito.

Alguien construye a Dios en la penumbra.

Un hombre engendra a Dios. Es un judío

de tristes ojos y piel cetrina;

lo lleva el tiempo como lleva el río

una hoja en el agua que declina.

No importa. El hechicero insiste y labra.

A Dios con geometría delicada;

desde su enfermedad, desde su nada,

sigue erigiendo a Dios con la palabra.

El más pródigo amor le fue otorgado,

el amor que no espera ser amado.

Una conferencia magistral sobre Espinoza, el escritor la tituló: “La filosofía es la meditación de la vida”. Para Borges, Espinoza comprendió muy pronto su vocación de filósofo. El que fuera excomulgado porque afirmó que Dios tiene un cuerpo y ese cuerpo es el universo.

Para Spinoza cada uno de nosotros, es corporalmente, parte del cuerpo de Dios, así como las plantas, los animales y los astros. Pero, se cuestiona Borges: ¿Qué piensa el filósofo del hombre?

Piensa que el hombre debe amar a Dios, pero Dios, para él, se confunde con la naturaleza: “Deus sive natura”, (Dios o la naturaleza). Son los mismos salvo que la naturaleza es uno de los atributos de Dios, no los otros, que son infinitos. Dice Spinoza que debemos amar a Dios sin esperanza alguna de ser amados por él.

El filósofo no creía en la inmortalidad personal: “sentimos que somos inmortales, no como individuos, ya que como individuos somos meros adjetivos de Dios, sino inmortales como parte de la divina inmortalidad”. La filosofía es para Spinoza “la meditación de la vida”, no la meditación de la muerte como han dicho otros filósofos.

Borges afirma que Spinoza condena el odio, pero también el amor, cuando éste no es una emoción sino una pasión que nos domina. El filósofo no niega el libre albedrío, cree que somos libres cuando obramos según nuestra inclinación, pero cree al mismo tiempo, que todo está predestinado en el mundo. En 1964, Jorge Luis Borges, en “El otro, el mismo”, publicará el siguiente poema de apellido:

                                                 SPINOZA

Las traslúcidas manos del judío

labran en la penumbra los cristales

y la tarde que muere es miedo y frío.

(Las tardes a las tardes son iguales).

Las manos y el espacio de Jacinto

que palidece en el confín del Ghetto

casi no existen para el hombre quieto

que está soñando un claro laberinto.

No lo turba la fama, ese reflejo

de sueños en el sueño de otro espejo

ni el temeroso amor de las doncellas.

Libre de metáforas y del mito

Labra un arduo cristal: el infinito

Mapa de Aquel que es todas Sus estrellas.

En este poema aparecerá el típico laberinto borgiano: “está soñando un claro laberinto”. El laberinto es sinónimo de perderse y de oscuridad, sin embargo, a Spinoza el laberinto lo conduce a la claridad y la luz de las estrellas.

Spinoza influyó en gran manera en el desarrollo del ateísmo y librepensamiento, religioso y científico. El fin de la religión no está en el conocimiento de la naturaleza de las cosas, sino tan solo en el adoctrinamiento de las personas a tenor de una forma de vida moral. Por este motivo, ni la religión, ni el Estado deben atentar contra la libertad de pensamiento.

En la teoría sobre la sociedad, Spinoza, es un continuador de Hobbes. A diferencia de este último, no consideraba la monarquía como forma suprema de poder, sino el gobierno democrático, y limitaba con exigencias de libertad la omnipotencia estatal. Spinoza ejerció una fuerte influencia sobre el materialismo metafísico de los siglos XVII- XVIII, y su independencia de criterio en lo tocante a la religión, sobre el desarrollo ulterior del ateísmo.

Al participar en un homenaje con motivo del trigésimo aniversario de la muerte del escritor, el sacerdote Pedro Estaún Villoslada, físico y teólogo, representando a la diócesis de Ginebra, Lausana y Friburgo que fue invitada por la embajada argentina en Suiza y por la fundación Borges, ante su tumba externó:

 “Durante toda su vida, Jorge Luis Borges no profesó religión alguna y se declaró algunas veces agnóstico y otras veces ateo. En alguna ocasión manifestó su duda sobre la trascendencia del hombre. No obstante, en 1978, en una entrevista del periodista peruano César Hildebrandt; Borges afirmó tener certeza de que Dios no existe”. “Borges nunca creyó en Dios, pero cumplió la petición de su madre de rezar todas las noches un Ave María”.

Si hoy el mayor peligro a que nos enfrentamos es la irracionalidad colectiva, ¿qué arma tenemos sino la razón, para defender la libertad? Al decir de Andrea Bárcena. Fincado en la razón, sereno, Spinoza se alejó de la ortodoxia, de la tribu, de la identidad exclusiva y excluyente, y al divinizar la naturaleza conquistó el territorio de la razón libre en “el infinito mapa de Aquel que es todas Sus estrellas”, como lo explicó Jorge Luis Borges en el verso final del poema: Spinoza.

Culmino este escrito con el poema de mi autoría titulado:

                                        

 

LABERINTO BORGES             

El hombre que camina Buenos Aires

y se demora…

El tiempo, la historia, el mito.

Destino cierto o incierto.

Mientras el entorno se derrumba

sus palabras limpias 

diseccionando la realidad.

Pasos amargos,

muchedumbre entristecida.

Llanto en el papel

ojos exhaustos

libros desolados, huérfanos.

El cielo celeste y blanco

con un Inti que hoy no

calienta ni en el cenit. 

El laberinto Borges

nace en una biblioteca 

y ahí termina.

Ese es su paraíso                                                                                                                                                  

 (c) Washington Daniel Gorosito Pérez

México, D.F.

Washington Daniel Gorosito Pérez es un escritor y periodista de origen uruguayo radicado en México

 

 

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