Quise escribir una presentación para mi libro Sermones y prédicas del Cristo de Petorca, pero me salió esto
(Santiago de Chile) Marco Aurelio Rodriguez
Si la historia de la literatura es el burbujeo de una cuantas metáforas, la parodia es su canto. La reina rolliza desnuda se mira en los espejos, ya sea de un claustro o de un lenocinio.
Encontrar una tableta que no diga nada.
Atribuirla a seres extracorpóreos como solemos hacerlo con el sometimiento de
pirámides asombrosas o dar por sentado que la felicidad “exista”.
Ver nacer una flor no es más que ver nacer
una flor. Pero debemos decir que vemos la flor para ver dicha flor, so pena de
no verla.
La parodia nos hace humanos. No queremos
vivir a la intemperie. Pronto tendremos motivos para olvidarnos, deshabitarnos.
Y una flor será tan solo una flor.
Mientras
tanto escuchamos el canto de las sirenas en Don Quijote. Se olvidarán de ti,
simple mortal, pero no de ellos, los seres de los cuales nos burlamos cuando
los sometimos al acto banal de la lectura.
Escribir un poema es reconocer que nada nos
pertenece. Que otros se arroben el haber nacido una flor en sus poemas. Yo solo
veo.
Me imagino al primer hombre. Se bajó del
árbol y garabateando con una rama, dibujó un árbol. Es su primera pesadumbre.
Incluso el acto de Nietszche al tocar a un
caballo desplomado de dolor y cansancio, y después de eso volverse loco, me
parece doloroso pero a la vez poético.
La hermosura, al convertirse en poema, algo
clama. Las rosas son más rojas cuando no las pensamos.
MARCO AURELIO RODRÍGUEZ
SERMONES Y PRÉDICAS
DEL CRISTO DE PETORCA, Subterranis, Santiago de Chile, 2022
SELECCIÓN
INCIERTA
De: Incordio deste libro:
“Respecto a la autoría, el asunto es aún más
conflictivo. Carecemos de datos sobre el traductor Cide Hamete Benengelí, que
usted menciona. En Internet no aparece registrado en ninguna sociedad de
autores del mundo. Nuestro departamento legal ha expresado su preocupación en
cuanto a publicar un libro de autoría incierta. Y más tratándose de alguien
evidentemente árabe, probablemente de religión musulmana. La situación política
internacional y el terrorismo no permiten estas frivolidades.
En cuanto al estilo, deja mucho que desear.
Perdone la impertinencia, pero ¿ha hecho
usted algún curso de escritura creativa en la universidad?
Tenemos casi la certeza de que no lo ha
hecho. Resumiendo, SERMONES Y PRÉDICAS DEL CRISTO DE PETORCA realmente no es
para nosotros...”.
LXIX
Un tal Avellaneda escribió esto, ¡no yo!
ii
Cuando yo era niño ―he de contar mis hechos―,
un día, junto a otros compañeros de clase,
fuimos
llevados por un padre de uno de nosotros ―que
la verdad de las cosas, estaba bien borracho―
a
un prostíbulo grotesco en una de las calles
más sucias
que imaginar puedas. Había una muchacha sin
dientes
que besaba un crucifijo y frente a ella un
hombre,
cuyos hábitos colgaban de un catre
desvencijado,
enjuto y en trance, y que traficaba:
“La ventura va guiando nuestras cosas
mejor de lo que acertáramos a desear;
porque ves allí, amigo Sancho Panza,
donde se descubren treinta o pocos más
desaforados
gigantes, con quien pienso hacer batalla y
quitarles
a todos las vidas, con cuyos despojos
comenzaremos a
enriquecer, que esta es buena guerra, y es
gran servicio de Dios
quitar tan mala simiente de sobre la faz de
la tierra”.
La vieja (no era en verdad una muchacha), en
actitud irreflexiva,
movía el crucifijo como abanicándose.
LXXX
Hay que tener fe, ¡el
resto es tumba!
XCVII
Yo veo árboles
Yo nací en un bosque
Yo crecí en un bosque
Alimañas, incendios, lagunas
Más bosques sobre el agua
Me enamoré de un árbol
Me demoré años en llegar a su lado
Mis sueños eran pájaros mis mensajes de amor
Eran pájaros que se posaban indistintamente
En sus ramas o en las mías
Ella quiso un día escapar
La tempestad la convenció y yo como pude
La quise atar a mi corazón
Fue como si un leñador nos talara
Y cayéramos al río
Sentí tanta pena que mis ramas
Se empezaron a secar ya no di sombra y los
demás árboles
Se alejaron de mí había una inmensa nada a mi
alrededor
Nada puede ser verdad me arrepentí de haber
nacido
Y quise colgar una soga sobre la rama de un
árbol y sonreí
Me di cuenta de la inutilidad de todo
Entonces preferí tomar un buen veneno y vi
enroscada una serpiente
Quieres tener conocimiento ambiciones me dijo
Quieres saber más que una montaña y adivinó
mis pensamientos
Y me convertí en un hombre y ahora vago
Por el desierto ya se me ocurrirá algo
siempre se me ocurren cosas
De la Contratapa del libro:
DICEN LAS ESTRELLAS QUE
LOS FUGACES SOMOS NOSOTROS
(c) Marco Aurelio Rodríguez
Santiago de Chile
Marco Aurelio Rodríguez es escritor y Máster en Literatura
Universidad de Chile
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