Sensitivity readers - Marco Aurelio Rodríguez
(Santiago de Chile) Marco Aurelio Rodríguez
La sabiduría de lo humano, querido Sancho, ha sido
trucada por el algoritmo. Son los magos encantadores ―el Sabio Frestón, la
Inteligencia Artificial― quienes juegan con nosotros. Para ellos es desacato
hablar de monstruos. ¿Quiénes somos?, ¿personajes…, seres vigilados, locos…? No
humanos, eso es seguro.
De aquí se pasa a la omnipresencia vigilante del
Hermano o Hermano Mayor, la intelligentzia artificial, y la trama está
completa.
Nada queda al azar para esa ingeniería cínica que,
veremos, de traviesa tiene menos que de pillaje. Desde tiempos de Foucault
(quien falleció en 1984, haciendo alarde de la novela de George Orwell que
habla de la omnipresencia vigilante del Hermano o Hermano Mayor) goza de
presupuestos conceptuales que irrumpen, “tecnologías de castigo”, “castigo
disciplinario” y, sedimentalmente, “la visibilidad es una trampa”, su
hermenéutica de la sociedad moderna que, con el diseño de prisión continua y
total (Gran Hermano), se resuelve en panópticos. De 1963 ―que fui que nací yo―
es su libro El nacimiento de la clínica, donde refiere “la observación o mirada
atenta, hasta la consigna de abrir cadáveres, promovida en los años de las
turbulencias revolucionarias”.
Ya no es necesario abrir cadáveres en nuestra época.
Estamos muertos. ¿Cómo saber esto? Me acordé de una fábula. Un rey crió a su
hijo alejado de las miserias del mundo y lo hacía vivir una felicidad indigna,
aséptica, hasta que un día la curiosidad del príncipe lo llevó a indagar más
allá de los muros de palacio y conoció las miserias e incluso la muerte, es
decir, conoció a los hombres, y la moraleja de este relato no es la ingratitud
de este mundo sino la sabiduría de quien evade el cerco. Pero hay gente
sensitiva, como ese rey, que nos resguarda. En la nueva edición de Charlie y la
fábrica de chocolates, se han borrado o modificado referencias al género, a la
apariencia y al peso de los personajes. Los albaceas y editores de Dahl
(1916-1990) dijeron que sus novelas se han actualizado para adecuarse más al
público moderno. La palabra “gordo” ha sido eliminada de todos los libros.
Ahora la “fea y bestial” es nada más que “bestial”, “una extraña lengua
africana” ya ha sido traducida, no hay “locos” ni “desquiciados” (¡ja!,
¡nuestra salud mental!). Ya no hay abrigos negros y, tal vez recordando o no
queriendo recordar las patas de la mesa que en la época victoriana llevaban al
horroroso cuerpo, “blanca como una sábana” será, para nuestros guiños de
mármol, “tiesa como una estatua”. Algo harán (¡tan violentos los tiempos que
corren!) con Ian Fleming y su programado 007 arrogante de cuerpo sobre los
cuerpos.
Pero esta cruzada por los Santos Lugares Humanos
también está en pleno proceso de revisión de libros infantiles como
Blancanieves o La Cenicienta para detectar posibles sesgos que o bien perpetúan
los roles de género o bien atentan contra la diversidad racial. Les recomiendo
anular a Bruno Bettelheim y la purga será excelsa. Y cuando liberen (o
inventen) la máquina del tiempo detengan a Max Brod: que ese bicho de Kafka
queme todos sus bichos. Que quemen a las brujas por brujas, ¡oooh, Santa
Disquisición!
¡Que eliminen la muerte traposa! ¡Que le corten la
cabeza a la reina!
En 2019, estos sicofantes cobraban entre 0,005 y
0,01 centavos de dólar por palabra. Es decir, por unas 60.000 palabras, que es
la extensión de un libro estándar, llegaban a facturar (ya lo sabemos, lo
importante es facturar) entre 300 y 600 dólares. Porque en resumidas cuentas
todo es cuestión de negocios, los albaceas y editores de Dahl evidenciaron su
beneplácito. La cosa es vender y panopticar el círculo vicioso cuyo asterisco
es el algoritmo, apropiarse del alma del hombre tieso como una estatua (¡ya
seremos robots, acéfalos en el redil de palacio!).
Cuando suelen irrumpir con el fundamentalismo
inclusivo, ¿no es lo mismo acaso? (“...y el príncipe disfrazado de mendigo sí
conoció al hombre fuera de los muros de palacio…”). ¡Y ya no existirá Bukowski.
Ni Odiseo hará su periplo ni Penélope los banquetes para contener lo
inapropiado ni resguardará la intimidad de su hogar, ni Argos será el anciano
can que no debe morir!
¡No existirá la lluvia ácida; qué de lágrimas cuando
leímos a Ray Bradbury sabiendo que era inútil el futuro incluso en Marte! ¡Yo
también seré descartado! ¡Y tú!
¡¿Qué serán las Babilonias, hacia dónde serán
surcadas las hieródulas del templo?!
(c) Marco Aurelio Rodríguez
Santiago de Chile
Marco Aurelio Rodríguez es profesor y escritor ,autor de Sermones y Prédicas del Cristo de Petorca (Santiago de Chile, 2022).
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