Las palabras y la fractura en la poesía de Alejandra Pizarnik - Márcia Batista Ramos
Nacer poeta, ser polémica por renovar el lenguaje y la poesía de su época y, sobre todo, ser una persona sensible que vive el dolor interno, que nadie ve, pero que no deja descansar la menNacer te en constante ebullición y sufrimiento, no es sencillo.
Así era Alejandra, una de las mayores referencias en mi memoria y
de miles de poetas de diversas generaciones, que tuvimos sus versos acuñados en
nuestras almas; porque ella supo decir lo que sentíamos, antes mismo, que
sintiéramos. Porque ella sabía que “Las imágenes solas no emocionan, deben ir
referidas a nuestra herida: la vida, la muerte, el amor, el deseo, la
angustia”.
De su pluma goteaba la contemplación, la entrega, la tristeza, la duda,
la derrota, el desamor y la muerte. Porque ella tenía (como nosotros tenemos)
muchas facetas contradictorias. La gran diferencia entre ella y nosotros, es
que ella asumía: el silencio, la muerte, la locura… Nosotros: a veces.
Alejandra reiteró sus emblemas poéticos: la jaula, donde se encierra la
libertad culpable sólo por existir y que, no obstante, la sujeta dentro de los
límites de la realidad y ahuyenta sus terrores nocturnos, puesto que la noche
ya no tiene el sentido agradable y nutricio que hace nacer el poema y, el
viento que disemina, una y otra vez, la identidad inquieta. Sumados al miedo
que alimenta los delirios que cobran vida, dejándola a la indefensión: “\Señor
\la jaula se ha vuelto pájaro \y se ha volado \y mi corazón está loco \porque
aúlla a la muerte \y sonríe detrás del viento \a mis delirios \Qué haré con el
miedo \Qué haré con el miedo (…)”
Ella logró desnudar la sufriente conciencia de existir, sus obsesiones
(y de alguna manera las nuestras) y sus fantasmas a través del estigma de sus
versos, oscuros y extenuados.
Eventualmente, podrá existir poesía más sobrecogedora, revulsiva e
hiriente que la de Alejandra Pizarnik. Porque ella era sincera y sencillamente
impúdica, a la hora de desnudarse y exhibir sus fantasmas interiores. Además,
es sabido que ella eligió vivir en la palabra, o sea, encubrirse en el
lenguaje, tal vez, para resguardarse en él:
“y qué es lo que vas a
hacer
Sólo un
nombre
voy a ocultarme en el lenguaje
alejandra
alejandra
y por qué
debajo
estoy
yo,
tengo miedo
Alejandra”
Agregado, a su permanente reflexión sobre las fronteras del lenguaje,
que jamás fueron engañifas.
Alejandra extremaba la búsqueda de la palabra justa, trataba de generar
un mundo de palabras perfectas en donde valga la pena residir. Lo hacía
combinando los matices surrealistas de sus escritos, con un trabajo intenso de
supresión y síntesis en la expresión verbal. Como resultado su poesía es
sobria, economiza términos y gana en contundencia. Y escribe:
“Dile que los suspiros del mar/ humedecen las únicas palabras/ por las
que vale vivir”.
La poeta hizo, a través de su obra, una crítica y muestra de una
apasionada obsesión por la palabra, esto es, en su obra siempre está presente
una reflexión incesante acerca de las posibilidades y los límites del
lenguaje.
Alejandra Pizarnik en su diario, escribe en septiembre de 1962,
refiriéndose a la elocuencia y engañosa obviedad de lo que se dice: "Esta
voz aferrada a las consonantes. Este cuidar de que ninguna letra quede sin
enunciar. Hablas literalmente. No obstante, se te comprende mal. Es como si la
perfecta precisión de tu lenguaje revelara en cada palabra un caos que se
vuelve más evidente en la medida en que te esfuerzas por ser comprendida".
En su poesía, la tragedia y el humor también son elementos centrales,
así como la visión crítica de la tradición literaria. Ya que Alejandra
Pizarnik, vivió en la búsqueda interminable de la palabra exacta, para contar
la ausencia y el naufragio.
No trataba de salvarse: era sincera consigo misma, no se resignaba, ni
podía olvidar, así que lo único que le quedaba era escribir con sencillo
fatalismo. Y lo hacía:
“No \las palabras \no hacen el amor \hacen la ausencia \si digo agua
¿beberé? \si digo pan ¿comeré? \en esta noche en este mundo \extraordinario
silencio el de esta noche \lo que pasa con el alma es que no se ve \lo que pasa
con la mente es que no se ve \lo que pasa con el espíritu es que no se ve \ ¿de
dónde viene esta conspiración de invisibilidades? \ninguna palabra es visible”.
Hace parte de la condición humana tener algo que decir, y artista
quien resulte capaz de decirlo. Alejandra Pizarnik lo evidenciaba del mejor
modo, a través de su poesía, distanciada del contexto inmediato y de referentes
concretos, canalizada en ámbitos que muchas veces miraban desde lejos o de
reojo al devenir histórico.
Como la palabra sirve para exorcizar, conjurar y reparar, entonces para
la poeta, escribir era reparar la herida fundamental que nos horada a todos,
escribiendo ella trataba de suturar esa brecha que nos impide coincidir con
nosotros mismos para encontrar la plenitud de nuestro ser; transfigurando el
dolor en belleza, la palabra en poesía, la poesía en refugio del devenir y la
fractura mientras anhelaba el silencio total del sueño eterno. Entonces
escribe:
“Mi sueño es un sueño sin alternativas y quiero morir al pie de la letra
del lugar común que asegura que morir es soñar”.
Posiblemente el vagar, transitar y perderse cada vez, resultó en la
imperiosa necesidad de buscar el silencio como el lugar de alivio, como el
espacio donde protegerse en un sueño permanente.
(c) Márcia Batista Ramos
Márcia Batista Ramos, nació en Brasil, en el Estado de Rio
Grande do Sul en mayo de 1964. Es licenciada en Filosofía por la Universidade
Federal de Santa María (UFSM)- RS, Brasil. Radica a más de cuarto siglo en
Bolivia, en la ciudad de Oruro. Es gestora cultural, escritora y crítica
literaria. Columnista de la Revista Inmediaciones, La Paz, Bolivia y Columnista
del Periódico Binacional Exilio, Puebla, México, además. Colaboradora Revista
Dominical, Periódico La Patria, Oruro; es colaboradora de varias revistas
culturales en diferentes países.
Está incluida en el DICCIONARIO CULTURAL BOLIVIANO;
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