Bebí con el ángel - Antonio Costa Gómez
(Salamanca)
En la Biblia los ángeles se pasean por la tierra,
significan el ahondamiento de la vida, cuando revela su lado secreto. Tobías se encuentra con un ángel, los ángeles
se aparecen a Jacob. A veces conversan sin revelar su identidad, igual que los
dioses en la antigua Grecia. Pero se nota algo raro en ellos, el aire se
enrarece a su alrededor.
Raúl Núñez escribió en Buenos Aires “Poemas de los ángeles náufragos” :“ Y todos
los objetos/ que se exhiben en las
vidrieras/ huyen / y bailan en el aire./ Y no hay ningún milagro/ y Juan el
náufrago/ es crucificado/ sobre las rosas blancas.
Alberti en Cádiz pensaba en ángeles de
desolación, ángeles mohosos, ángeles mudos, ángeles tontos, ángeles falsos,
ángeles del misterio, ángeles de arena, ángeles de los malos minutos, ángeles
feos, ángeles muertos : “Buscad, buscadlos:/ en el insomnio de las cañerías
olvidadas,/ en los cauces interrumpidos por el silencio de las basuras”.
Rilke
pensó en el castillo de Duino, en un abismo sobre el Adriático, en los ángeles terribles cuyo contacto nos
rompería:” ¿Quién si yo gritara me oiría desde los coros de los ángeles?/ Y aún si de repente algún ángel me apretara
contra su corazón me suprimiría/ su existencia más fuerte”. Los ángeles nos
traen el espacio abierto del universo, nos interiorizan el universo. Nos hacen
callar y dejar de soltar gilipolleces.
Verlaine en París o Bruselas dice que
Rimbaud era un ángel o un demonio. Verlaine estaba acojonado porque Rimbaud le
hacía superar todas las categorías habituales. Lo llenaba de visiones y lo
llevaba a cielos e infiernos. Rimbaud es
el prototipo del ángel-demonio al que no comprendemos que desembarca como una
visión para nosotros.
Silvia Plath en Londres quería sentir la
energía de Ariel en su cocina: “Negras y dulces bocanadas de sangre,/ sombras,
/ algo distinto/ me transporta por los aires”.
Tal vez Ted Hughes estaba demasiado ocupado en sí mismo y no habló con
los ángeles de Silvia.
Janet Frame en Ibiza quería que un ángel se sentara en su
mesa, Blas de Otero en Bilbao decía que somos ángeles con alas de cadenas,
Jalil Gibran habla de ángeles de alas rotas.
Me gusta
el mito cristiano del ángel de la guarda. Sobre todo si no se entiende
como alguien que nos vigila y nos ordena, sino como alguien que nos inspira,
que está en nuestro silencio, que espera en lo más callado de nosotros. Que se
toma un coñac con nosotros si hace falta.
Recurrimos a él cuando necesitamos meditar a solas, eliminar el ruido,
el ángel por definición es el que no hace ruido. Pensaba en él el pueblo
lucense de mi infancia, en el acantilado de San Andrés de Teixido donde va de muerto el que no fue de
vivo.
¿Qué podemos decirle al ángel mientras
tomamos coñac con él en el bar? Es mejor dejar que él nos hable, ya hablamos todos los días
demasiado. Tal vez lo hace en sueños, en nuestros momentos más
privilegiados. Un momento trascendente
es cuando uno se encuentra con su ángel en cualquier parte y vacía la
mirada. Él nos hablará sin
contemplaciones, dirá nuestras verdades
porque no está sujeto a nada. Nos echará el aliento del coñac en la cara y nos
dirá ¿pero eres gilipollas o qué, es que no quieres enterarte?
Vendrá a liberarnos y a liberar nuestro
lenguaje. Y nos dará intrepidez y fuerza para expresarnos. Romperá los diques de nuestras palabras, hará
que se llenen de visiones. Nos llenará de nuevo la copa de coñac.
Por eso se dice “ha pasado un ángel”
cuando nos callamos un momento. Pero es que callamos tan poco. Estamos tan
aplastados por las palabras. Cállate de una vez, coño, y escucha, nos dice el
ángel. Así le dijo el ángel a Jacob. Pero Jacob peleó y quiso que el ángel no
se fuera sin decirle su nombre. Eso sí
que es intrepidez.
Los ángeles se van de la religión y se
quedan en la poesía. La religión es fascinante cuando se convierte en
literatura. Que se lo digan a Faulkner en el Sur de Estados Unidos, a Juan Benet
en Aragón. Y los ángeles aún fascinan.
Solo hay que remozarlos, quitarles su cursilería, su reblandecimiento por el
uso. Los ángeles de los poetas tienen
mucha más fuerzas que los ángeles de los clérigos. Los de los clérigos son
grises e insípidos, los de los poetas todavía pueden excitar a cualquiera.
Serafitus se apareció a Balzac en
Noruega y por las noches se convertía en Serafita. Seducía a los hombres y a
las mujeres. Eliade dijo en Rumanía que
ese ser superaba todas las contradicciones, era el Andrógino Primordial que ya
se anunciaba en la Cábala. Balzac era un visionario y sabía mucho de ángeles.
Albert Beguin en París en “El alma
romántica y el sueño” nos lo contó muy bien.
Swedemborg en Estocolmo hablaba con
compañías de ángeles. William Blake en
las afueras de Londres los invitaba a
cenar cada noche, le traían visiones del infierno. Solo gracias a ellos pudo
transmitir sus concepciones impetuosas, el infierno como energía, la poesía
como arrebato.
Milton ciego en una aldea en las afueras
de Londres mientras huía de la peste conocía al ángel de los ángeles, estaba de
parte del demonio sin saberlo. Eso es lo que escribió Blake y después celebró
Sábato. Para Sábato el Ángel Exterminador nos iba a recordar de una vez todas
las cosas. Tal como lo esculpió Llimona en el cementerio de Comillas. E incluso Sócrates en Atenas cuando se ponía serio decía que le hablaba su
daimón.
(c) Antonio Costa Gómez
Salamanca
España
Antonio
Costa Gómez nació en Barcelona pero creció en Lugo. Es licenciado en Filología
Hispánica y en Historia del Arte. Se dedicó a la enseñanza y a otras cosas pero
su vocación más profunda siempre fue la de escritor. Publicó novelas como “La
calma apasionada” o “Mateo, el maestro de Compostela”, libros de poesía como
“Revelación” (con prólogo de Ernesto Sábato), ensayos como “Las fuentes del delirio” o “El
fuego y el sueño”. El año pasado
apareció “El huevo”, novela simbólica y existencial. Llegó a las votaciones finales del Nadal, del
Planeta, del Azorín. Apareció en la antología “Poesía española última” de Selecciones
Austral y en “Elogio de la diferencia” de Caja Sur. Actualmente colabora en “El
Progreso” de Lugo, “Salamanca al día” y otras publicaciones.
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