Se cumple un siglo de la muerte del poeta mexicano Amado Nervo en Uruguay
(México, D.F.) Washington Daniel Gorosito Pérez
Sin lugar a dudas Amado
Nervo, poeta, periodista, escritor con mayúscula, es una de las grandes figuras
de las letras latinoamericanas. Vio la luz por primera vez en Nayarit un 27 de
agosto de 1870 y esta se apagaría en Montevideo, capital de la República
Oriental del Uruguay un 24 de mayo de 1919.
Nervo fue uno de los
principales exponentes del Modernismo, el primer movimiento literario
originario de América Latina y que tuviera alcance internacional, hasta que se
fuera apagando después de la Primera Guerra Mundial. Félix Rubén García
Sarmiento, poeta, periodista y diplomático nicaragüense (Rubén Darío) es
considerado el padre del Modernismo, quien elogiara al bardo mexicano por su
estilo: “A usted se le lee siempre con gusto, porque es breve”.
Como protagonista del
fin del siglo, participó de la decadencia y las dudas, recibió la fuerza del
Romanticismo, los temas misteriosos y exóticos del Simbolismo, y la búsqueda
del arte por el arte según la experta Adriana Viaca. El Modernismo fue la
mixtura con lo decadente, grecolatino del Viejo Continente y el ocultismo y
elementos de las culturas prehispánicas latinoamericanas.
Ese mestizaje entre
tendencias europeas y lo mejor de espíritu amerindio, genera una verdadera revolución
de métrica, versificación, imágenes y figuras poéticas iniciando velozmente una
renovación estilística y temática.
El Doctor en Filosofía y
Letras, Raúl Héctor Castagnino, docente, escritor y crítico, desde Buenos Aires
se dedicó varios años a estudiar la obra del escritor nayarita y la dividió en
tres etapas. La primera en su Estado natal Nayarit, donde comienza a ejercer el
periodismo y en Mazatlán, publica algunos poemas, gacetillas y reseñas de los
bailes de la provincia.
La segunda etapa será su
llegada a la Ciudad de México en 1894, donde colaborará en varios periódicos a
la vez, publicará cuentos y se relacionará con escritores y figuras de la
corriente modernista, entre ellos Rubén Darío con quien trabajará en la revista
Azul e iniciará una gran amistad. Al destacar en su labor periodística es
enviado a Europa como corresponsal del diario El Mundo. En esta etapa se
desarrolla su carrera de escritor y empieza a tomar relevancia, publicará
varios libros y los “Cuentos misteriosos”, que muestran su gran talento como
narrador y con los que se le considera el precursor de la literatura fantástica
latinoamericana.
En la Ciudad Luz,
conocerá el amor de su vida, en una calle del Barrio Latino a Ana Cecilia Luisa
Daillez, que se convertirá en la compañera del poeta por más de una década
hasta fallecer el 7 de enero de 1912. Su fallecimiento fue descrito por el
escritor como “la amputación más dolorosa de mí mismo”. Como consecuencia de
este dolor escribe una de sus magnas obras: La amada inmóvil, que será
publicada en 1922 de manera póstuma, dedicado a Ana Cecilia.
La tercera etapa es su
reafirmación, se alejará en parte del Modernismo llevando su poesía a temas
filosóficos. Regresa a México siendo un poeta consagrado y se integra al Cuerpo
Diplomático, siendo nombrado Embajador en España donde estará 13 años en
Madrid, posteriormente será Embajador Plenipotenciario para Argentina,
Uruguay y Paraguay.
Esa voz poética, cada
vez más filosófica, inspirándose en el amor, la vida y la muerte. Esa muerte
llegará para el poeta en la noche del 24 de mayo de 1919 en la habitación 42
del Parque Hotel de Montevideo, como consecuencia de una crisis renal. El día
anterior es consciente que se está apagando lentamente y dice sus últimas
palabras: “¿Por qué no abren esas ventanas para que entre luz? No quiero morir
sin ver el sol”.
Regresemos a París donde
Nervo vivió unos nueves meses con su amigo Rubén Darío. El poeta mexicano
escribió: Le debo este hermosísimo y raro soneto escrito en 5 minutos en una
noche de París, de esas en que una prematura alba azul de estío, en París las
albas son azules, da un triste pensativo al oro loco del champagne. Lo copio
sin vanidad, y más que todo, por miedo de que se pierda:
Amado es la palabra que
en querer se concreta
Nervo es la vibración de
los nervios del mal:
bendita sea y pura la
canción del poeta,
que lanzó sin pensar su
frase de cristal.
Fraile de los suspiros,
celeste anacoreta
que tienes en blancura
l´azúcar y la sal:
muéstrame el lirio puro
que sigues en la veta,
y hazme escuchar el eco
de tu alma sideral.
Generoso y sutil como
una mariposa,
encuentra en mí la miel
de lo que soy capaz;
y goza en mí la dulce
fragancia de la rosa.
No busques en mis gestos
el alma de mi faz;
quiere lo que se
aquieta, busca lo que reposa
y ten como una joya la
perla de la Paz.
“Mi nombre de
bautizo fue José Amado Nervo Ordaz, pero desde pequeño mi madre sólo me
decía Amado, así que crecí siendo el Amado de mi dulce madre”.
Su nombre llamaba
la atención el poeta, ensayista, narrador y diplomático dominicano contemporáneo de Nervo, Osvaldo Bazil, éste
opinaba que es un nombre que quien lo viera por primera vez escrito, convencido
quedaba que era un nombre de fácil incrustación en la memoria, en la historia y
en la gloria de los pueblos…”Quien tal nombre llevare, contrae una
responsabilidad histórica”.
Indudablemente supo
cumplir con creces el poeta y prosista mexicano. Muchas veces su nombre era
tomado como un seudónimo y según el propio Amado, era un elemento importante
que influyó en su éxito literario, por ser un nombre tan adecuado para un
poeta.
Washington Daniel Gorosito Pérez es un escritor y periodista de origen uruguayo radicado en México
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