Vida urbana, un cuento de Mary Gordon - El propósito de abolir el pasado


(Buenos Aires)

 

Vida urbana es un cuento de la escritora norteamericana Mary Gordon publicado en una compilación de sus cuentos editada por Bruguera.Un narrador en tercera persona cuenta la historia de Beatrice, una mujer que decide esconder y abolir su pasado cuando conoce y se casa con Peter, un matemático y profesor universitario. Pero como dijo Borges en otras inquisiciones: "El propósito de olvidar el pasado ya ocurrió en el pasado y paradójicamente es una de las pruebas de que el pasado no se puede abolir. Tarde o temprano vuelven todas las cosas y una de las cosas que vuelven es el proyecto de abolir el pasado".

Beatrice, que ha sido hija única y tuvo una vida difícil con un padre sepulturero en un cementerio católico y una madre que desayunaba con bebidas alcohólicas decide irse de su casa cuando termina el bachillerato y empezar una vida nueva ocultando su pasado.
Beatrice vive con sus padres en una casa en medio de un bosque, sin aberturas, que ella sospecha ha servido de depósito para el contrabando de bebidas alcohólicas: "...Todo era barato y endeble, ejecutado con un mínimo de gasto y atención. No se había dedicado un solo pensamiento a la decoración o la amplitud, ni siquiera a su deterioro a largo plazo: lo que no envejecía de forma horrible se desmenuzaba, astillaba o desteñía rápidamente...".

Tanto el padre como la madre de la protagonista del cuento se dedicaban a beber alcohol en exceso y vivían en un estado de abandono y suciedad. Beatrice duerme en el living, el único lugar del que dispone en la casa. Decide mantener una cierta privacidad por medio de una cortina.

Cuando Beatrice conoce a Peter, a éste le gusta por su silencio, su pulcritud, su simplicidad. El narrador se pregunta si  apreciaría también el silencio de Beatrice al conocer su pasado. Beatrice ha logrado matricularse en la Universidad de Buffalo y ha vivido con mucho sacrificio.

La vida de Beatrice transcurre sin altibajos, forma una familia con Peter, tiene tres hijos, viven en una granja. Se mudan a Nueva York, cuando Peter consigue un trabajo mejor, en lugar de la Universidad de Cornell, trabajará en la Universidad de Columbia. Hasta ahí la vida de Beatrice es la vida de una típica madre de familia norteamericana, dedicada a su casa, a sus hijos y a su marido, a la decoración de su hogar, y a recorrer el Museo Metropolitano para mirar la colección de muebles americanos.

En la gran metrópoli, Beatrice descubre por primera vez en su vida que en una gran ciudad las personas se ocultan, que no se muestran tal cual son. Se siente cómplice de una red de encubrimiento.

El gran sobresalto llega cuando uno de los vecinos del edificio de departamentos donde vive ahora aparece un día frente a la puerta de su departamento. Beatrice reconoce enseguida al hombre como parte de su pasado, piensa que ha venido a contar quién es ella en verdad.

Pero el hombre sólo ha venido a presentar una queja por el alboroto que producen los hijos de Beatrice al jugar.

Cuando una de las vecinas de Beatrice, una mujer chismosa, la alerta sobre el hombre, un profesor de química que ya no trabaja en la universidad, Beatrice empieza a sentirse enferma y a pensar más y más en ese extraño que se ha presentado en su casa. Beatrice se queda en cama varios días, enferma y deja que su marido se ocupe de los niños y de la casa, siempre obsesionada con el inquietante hombre del edificio, al que toma como una parte de su pasado oculto, que en cualquier momento puede descubrir la verdad acerca de su vida anterior.

El desenlace ocurre cuando Peter y otras personas relacionadas, que conocen el edificio van a reunirse en su casa para ver la forma de echar al hombre de su casa: "...Y Beatrice sabía que tenían razón, eso era lo terrible de ellos, su incuestionable rectitud. Su derecho a expulsar, quemar, destrozar, derruir, para preservar así la salud del mundo...".

Beatrice se identifica con el hombre, un discapacitado que habita el departamento de abajo, en un estado de semiabandono ".. . Se hundió más en la cama. Allí estaba ella, con los que se revolcaban en el barro, excavaban madrigueras, acumulaban alimentos, con débiles ojos entrecerrados, con voces roncas, en realidad no roncas, sino incapaces de presentar alguna objeción, de ofrecer resistencia alguna. Sabían que no había negociación posible, pues carecían de derechos. Por lo que su petición se transformaba en un gruñido, un gruñido que mermaba lo justo de su propósito. "Dejadme en paz", es todo lo que decían quienes se escondían. Les habría gustado implorar, pero temían hacerlo. También estaban llenos de odio. "Dejadme en paz...".

La protagonista del cuento busca al hombre para avisarle que lo quieren echar de su casa, pero a él no le preocupa, porque no lo pueden hacer por su discapacidad. Entonces Beatrice intenta quedarse ahí, en la casa del hombre para dormir, se siente ahí como si estuviera en su casa , cosa que al hombre le parece mal y la echa. Beatrice vuelve a su casa, sin llaves, esperando que le abran la puerta: "...No sabía lo que iba a suceder. Sólo sabía que tenía que llamar al timbre y ver la cara de su esposo y luego entrar en el piso. Era donde vivía y no tenía otro lugar donde ir."

La paradoja a la que alude Borges en su frase sobre el pasado se cumple en este extraordinario cuento de Mary Gordon.

Mary Gordon es autora de En torno a mi madre: unas memorias; Cuentas saldadas; Spending; The Company of Women; The Rest of Life; The Older Side y Pearl. Ha recibido el premio Lila Wallace- Readers´s Digest, una beca Guggenheim, y, en 1977 el premio O. Henry de Cuentos. Da clases en el Barnard College y vive en Nueva York.

bibliografía:

Mary Gordon, Cuentos, traducción Magdalena Palmer, editorial Bruguera

Jorge Luis Borges, Otras inquisiciones, Editorial Emecé


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